He pasado de la frustración al odio. Del amor a la ilusión. Del “esto va a ser brutal” al “qué carajo estoy haciendo”. Así ha sido mi intento de tener un podcast decente. Lo he intentado mil veces. Y no exagero. Pero apenas abro YouTube, algo pasa. Como si la cámara detectara mi inseguridad y decidiera joderme con una descarga de ansiedad de alta definición.
De repente me topo con podcasters que parecen salidos de un estudio de grabación de Marvel: micrófonos SHURE con nombres impronunciables, luces que harían llorar a Spielberg, y escenografías que parecen una mezcla entre set de terapia y nave espacial. Y claro, yo con mi micrófono de Temu y el eco del alma vacía.

Pero hay algo que no se ha ido: las ganas de hablar. De contar. De compartir. Aún cuando nadie me está esperando. Aún cuando nadie sabe que quiero hacerlo.
Escucho podcasts desde hace años. Me acompañan cuando salgo a trotar, cuando lavo los platos o cuando me harto del mundo y quiero escuchar a alguien que piense distinto. Amo Entiende Tu Mente, me conecta con mi caos emocional. Admiro a Literatus, ese man de los cuentos tiene la voz que uno quisiera tener cuando habla con Dios o con la ex. Y siempre, siempre, termino diciendo: “yo debería hacer algo así… pero a mi manera”.
Y a mi manera no es perfecto. A mi manera tiene tartamudeos, silencios, dudas. Pero también tiene verdad. Y eso ya es más de lo que muchos pueden decir.
Hablemos claro: no todo lo que tiene audio es un podcast
En el mundo del marketing, todos quieren su podcast. Todos quieren decir que tienen uno. Pero no todos lo entienden. Un video de 5 minutos donde lees tweets no es un podcast. Una conversación absurda de dos panas hablando sin rumbo no es un podcast. Un podcast, si vamos a tomarlo en serio, debe tener estructura, dirección y malicia.
No hace falta tener una escaleta como si fuera el noticiero, pero al menos un norte. Un inicio que enganche, un nudo que rete y un cierre que deje algo. Como los buenos cuentos. Como las buenas peleas.
Y eso lo aprendí escuchando. Escuchando gente que sabe contar, no solo hablar. Como las chicas de Marketing sin Filtro, dos venezolanas que se han ganado mi respeto porque dicen las cosas como son, con calle y con estrategia. He aprendido más con sus anécdotas que con cualquier curso de “Domina el algoritmo”.
O como Distinto, que suena a tinto de mañana pero que en realidad es un podcast con sentido y contenido. De un pelado de Medellín que se ha vuelto uno de mis referentes porque no repite lo mismo que todos. Porque tiene su voz. Y eso, hoy, es raro.
Pero volvamos a mí (porque este artículo también es terapia)
Voy a intentarlo de nuevo. Esta vez sin esperar la perfección. Esta vez con mi micro barato y mi voz honesta. Esta vez sin luces, pero con contenido. Dentro de poco lanzaré un podcast patrocinado por SPACE AGENCIA CREATIVA, donde hablaremos de lo que desayunamos, almorzamos y cenamos: marketing.
Se llamará Marketing Sin Gravedad. Y sí, lo sé. Suena sospechosamente parecido a Marketing Sin Filtro. Pero no es plagio. Es casualidad. O karma. O algoritmo universal. La verdad es que pasamos días buscando nombres que no conectaban con nada. Alguien sugirió “La nave del marketing” y me dieron ganas de lanzar el computador por la ventana.
Así que surgó este. Y digo “surgió” porque fue un parto. Y digo “decidimos” porque no estoy solo. Me acompaña Dayana, amiga, creadora y co-anfitriona. Ella no conoce a las chicas de Marketing Sin Filtro, así que su conciencia está limpia. Y eso me da paz.
Conclusión (aunque esto apenas empieza)
Los podcasts son el nuevo confesionario. El nuevo café entre amigos. La nueva aula para quienes aprendemos mejor con historias que con bullet points. Pero no todo el mundo está listo para hablar. Y mucho menos para sostener una conversación que importe.
Yo estoy listo. O al menos, lo suficientemente listo para fracasar con estilo. Para hablar como me salga. Para invitar a gente que tenga algo que decir. Para pensar en voz alta y ver si a alguien le hace eco.
Así que prepárense. Porque Marketing Sin Gravedad no vendrá con efectos especiales, pero vendrá con verdades. Y si me trabo, me trabo. Y si me rio, mejor. Y si nadie lo escucha, al menos será mi catarsis.
El auge de los podcast es real. Pero el auge de las voces con algo que decir… eso apenas está empezando.